Me consigo levantar a las 8 con gran esfuerzo, porque hace bastante frío en el mundo exterior (más allá del edredón).

Tras la ducha me encuentro la cocina con gran actividad. Ale y Allen están preparando los tortellini que repartirán hoy en Torno y Como.

En la casa no hay WiFi, salvo que pegues el móvil a la ventana de la cocina y tengas mucha paciencia, porque de vez en cuando se conecta brevemente a la red abierta “Casa Torno”. Es por eso que aún no he podido publicar el relato del día de ayer. Así que tras algo de fruta y un café…

…doy un paseo por Torno…

…y voy a un bar cercano, el Café Piniana, con WiFi y ahí consigo publicar el post de ayer.

Ahí también recibo un mensaje de Fulvia retrasando nuestro encuentro hasta mas 19h, así que cambio mi plan inicial de ir por la mañana a Milán y regreso a la casa para acompañar a Ale y Allen que van a dar un paseo por la montaña hasta Piazzaga, donde está el restaurante.

El paseo es todo subida y la nieve no lo lo facilita, pero todo lo que me encuentro por el camino me deja impresionado. Me encanta este lugar.

Llegamos hasta el restaurante, pequeñito pero con un enorme encanto.

Alle me cuenta que él y Katia tenían el proyecto desde hacia años de montar un restaurante en la montaña. Cuando conocieron a Vero en un viaje por México, ella dijo que se apuntaba, y cuando encontraron este sitio en Piazzaga, coincidió que todos estaba en el momento ideal para emprender algo así y se lanzaron. Ahora, cuatro años después, le pregunto a Ale si está encantado o arrepentido. Y me contesta sin dudar que está encantadísimo. Y que lo único que querría es estar en un sitio un poco más accesible para poder tener algo más de clientela. Ése es su próximo proyecto.

Después de una cerveza (ellos) y un agua con limón (yo), Ale me enseña el pueblo.

En él solo vive una pareja de ancianos todo el año. Los fines de semana de invierno a veces llega alguien y realmente sólo hay gente en verano, llegando al máximo de 90 personas. Pero he visto pocos pueblos tan bien cuidados como éste.

Finalmente regresamos a Torno, donde comemos los tortelini que prepararon esta mañana y una ensalada. Me despido de Allen y Vero y aprovecho el viaje en coche que tiene que hacer Ale a Como para repartir los tortelini. Una vez ahí me despido muuuuy agradecido de Ale, prometiendo regresar este verano (algo que estoy deseando) y cojo el tren de las 15:17 para Milán.

He quedado con Stefani a las 16 en la Piazza San Babila y voy un poco tarde, y para colmo el tren hace mil paradas… :-s

Por fin llego a las 16:20 a la Estación de Cadorna, en Milán. Cojo la linea 1 de metro hasta la Piazza San Babila, me conecto a la WiFi pública de Milán y contacto con Stefani que me viene a buscar. Y resulta que aquí no es donde vive, sino donde trabaja. En las oficinas de Apple. Como no podía ser de otra forma es una persona especial, encantadora y maravillosa. Muy conectada (y no me refiero tecnológicamente). Me enseña las oficinas, desde cuya terraza se ve el Duomo (en obras)…

…me invita a un café y me da las llaves de su casa junto a un papel con las instrucciones para llegar. No sé cómo se agradece algo así, pero entiendo que mi agradecimiento es muy pequeño comparado con sus motivos.

Doy un paseo hasta la catedral del Duomo…

…y ahí cojo el metro hacia el sur. Su casa es muy agradable y acogedora, llena de libros, luz y buena energía.

Dejo mis cosas y cojo de nuevo el metro para encontrarme con Fulvia. Como tengo que esperarla, me meto en una cafetería donde me pido un té.

Pero no tienen WiFi, así que al rato me meto en el único sitio con WiFi que encuentro, la hamburgueseria Sir Simón, donde me pido un té verde y por el que me cobran 4€ (!!).

Por fin sobre las 20:30 llega Fulvia. Es una mujer enormemente espiritual y eso lo ves en cuanto la miras a los ojos, pero también encantadora y cercana. Le entrego el libro sobre la Ayahuasca que me pidió que le comprara en Madrid hace casi un año. Vamos a cenar a un japonés y hablamos sobre la ceremonia, y como debo prepararme. Mañana sólo puedo tomar algo de fruta y nada más. Aprovecharé para hacer el ayuno que hacía días que quería hacer. Reconozco que voy con algo de miedo pero también con bastante curiosidad y con muchas ganas de abrir esa puerta.

Tras la cena me lleva a casa de Stef en coche y nos despedimos hasta mañana. Me dice que debo dormir bastante, ya que es probable que mañana apenas pueda dormir, ya que la ceremonia y sus efectos se alargarán hasta altas horas de la madrugada. De hecho pasaré la noche ahí, así que no sé cuando podré publicar el día de mañana…

En casa de Stef no tengo internet, así que dejo esto escrito y lo publicaré mañana por la mañana. Y ahora, como un niño bueno, toca dormir…

…buenas noches!

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