Nueva Zelanda (Christchurch) – Viajando a Christchurch

by | 3 Apr 2016 | 0 comments

3 abril 2016

108 días viajando…
1 día en Christchurch…

Me despierto a las 7h de un sueño muy profundo. Qué bien se duerme aquí. Sigo durmiendo…

Las 8… Venga, va. 

Por la tarde me enteraré de que se ha cambiado la hora esta noche y he dormido una hora más. Con razón estoy tan descansado.

Me doy una ducha en el baño con ventanas decoradas por Sirpa…

…y me encuentro a todo el mundo ya levantado. Conozco por fin a Paul, el marido de Sirpa. 

Ayer estuvieron viendo mi blog y vieron mis tortillas y me piden que haga una para desayunar. Yo encantado, claro. He descubierto que para viajar, lo mejor es saber cocinar.

Tienen sólo 4 huevos de sus propias gallinas, pero se puede hacer. La preparo con boniato y patatas. 

No tienen aceite, así que tengo que usar mantequilla. Esto le da un sabor muy anglosajón y bastante poco mediterráneo. 😉

Cuento con la ayuda de mi kitchen hand, Zara. 

Y nos queda de lo más apañada. 

Sobre todo les encanta el juego acrobático de darle la vuelta, que es siempre muy efectivo, si consigues que no se te pegue, ni se te caiga, claro. 

Me preguntan por mi ukelele y es que resulta que Zara también lo toca, así que pasamos un rato de lo más divertido tocando un poco. 

Pero Zara toca, sobre todo, el saxofón. Esto los convierte por completo el la familia Simpson. 😀

De hecho toca en una Jazz Band y me enseña alguno de los temas. Me siento como en familia. 

Pero llega el momento de seguir mi camino, así que hago unas últimas fotos a la casa…

…y la foto de despedida con la familia, agradeciéndoles infinitamente su hospitalidad y prometiendo volver cuando pase de nuevo por el norte.

Paul me lleva a Picton. De camino paramos a hacer alguna foto de la bahía…

…y del puerto de Picton. 

Me despido de Paul y me coloco para buscar quién me lleve a Christchurch. 

Apenas 5 minutos de espera y me para Alan, un hombre de unos 1000 años, con el que tengo mi experiencia más rara en autostop. 

Le digo que voy a Christchurch, él me dice que va a Blenheim, que está de camino, sólo un poco más allá. Es sólo un trocito del camino, pero me vale. Es un viejecito encantador, al que me cuesta bastante entender entre el acento y la edad, pero me habla de cómo plantan pinos para luego cortarlos y vender la madera, y me preguntacuál es la montaña más alta de España y me está señalando una que se ve desde la carretera, cuando, de repente, coge un desvío a la derecha. Me pienso que va a parar para que pueda hacerle una foto a la montaña, pero no, sigue y sigue. Yo miro en Google Maps y veo que nos estamos desviando mucho del camino. Le pregunto, pero no le entiendo muy bien, pero es algo así como que no me preocupe, que es más corto por aquí…

Seguimos avanzando y no lo veo nada claro. Según Google Maps, este camino va hacia el oeste y yo voy hacia el sur. No tiene ningún sentido. Le insisto un poco más, intentando no ser descortés, y en una de esas que le digo si vamos bien para “Christchurch”, el me dice…

– Ah, “kraistcherch”.

Vale, sí, pronuncio como el culo. Parece que se pensaba que iba a otro sitio (sigo sin saber muy bien cuál) y me estaba llevando allí.

Pero la cosa es que sigue hacia delante. Según Google Maps es mucho más corto simplemente dar media vuelta, que seguir adelante y luego volver a coger la carretera dando un superrodeo. 

Le digo de dar la vuelta y me dice que no, que no se puede, o eso entiendo. Pero yo veo sitios donde sí se podría… y me empiezo a poner nervioso. Porque estoy en una carretera rural perdida de la mano de dios, donde no se ve absolutamente a nadie, en el coche de un desconocido, yendo a dios sabe dónde. Y me imagino que de repente mete el coche en una cabaña abandonada, donde le esperan 4 leñadores peludos que le pagan por conseguir autostopistas confiados. 

Esto suena a coña, pero juro que en ese momento me acojoné. 

Pero no, por suerte es sólo un viejecito despistado y al final me deja en Blenheim, después de un rodeo de más de media hora. 

Ok, son las 12:30. Me pillo un McCoffee y uso la Wifi del McDonalds para chequear los mensajes. Dan se va mañana a Bali y dice que anda muy ocupado, pero que le avise cuando llegué. Así que no sé muy bien lo que me voy a encontrar. Pero ya veremos. 

Me pongo en un buen sitio…

…y rezo porque no me pare otro viejecito con el que no me entienda, que el viaje es largo. Pero el universo es supermajo conmigo y quienes paran enseguida son dos chicas maravillosas: Faye, inglesa, y Ruby, de Wellington. Faye lleva 5 años viajando por el mundo, pero pasando largas temporadas en Canadá, USA, Australia, donde estuvo más de un año, y ahora Nueva Zelanda, donde lleva unos meses y cuenta con estar un año más. Vive ahora en Christchurch, a donde va de regreso (¡yeah¡), con Ruby, la hermana de su compañera de piso, que vive en Wellington, pero que le acompaña para darle una sorpresa a su hermana.

Son dos chicas alegres y encantadoras, perfectas para un viaje de 4 horas. Faye ha viajado tanto y ha hecho tanto autostop que se siente en deuda y recoge a todos los autostopistas que encuentra. Eso explica porque pararon delante de mí y no detrás, y es porque la decisión estaba tomada de antemano. 🙂

Hacemos algunas paradas por el camino para fotos…

…WC’s y cafés…

…y a las 17:15 llegamos a Christchurch. Son tan majas que me llevan hasta la misma puerta de Antidote, donde me despido de ellas.

En Antidote me encuentro con Holly, James y Chika, los tres woofers encargados del local. Como me temía, no sabían que yo llegaba hoy. Dan le dijo algo a Holly hace un par de días pero sin concretar.

Me encuentro un poco desubicado en un sitio donde no se me espera y donde no está la persona que se supone que me acoge. Como ya van a cerrar el local, me dicen que les acompañe hasta la casa. Allí pregunto que dónde voy a dormir y Holly me dice que no tiene ni idea, y que ahora se iban a ir todos a una especie de fiesta de despedida de una amiga, Daphne, que vive en las afueras de Christchurch, que puedo ir con ellos, pero que hay que ver cómo, porque no cabemos todos en la furgoneta, porque no me esperaban.

El no saber dónde voy a dormir, no tener ni dónde dejar mis cosas después de un viaje tan largo, que me repitan tantas veces que no me esperaban… me hace sentir una molestia y un problema. Y puedo entender que no es problema de ellos, pero aquí es donde creo que juega un papel importante la empatía. Estoy entre personas que viajan y estoy seguro que saben lo que es llegar a un sitio nuevo y estar un poco descolocado. Es por eso que cuando estoy de helper y llegan nuevos helpers, me esfuerzo en hacerles sentir cómodos y ayudarles a que conozcan pronto cómo funciona todo. Así lo hice con Mary en Tasmania, con Tamsin, Fabi y los franceses en Melbourne o con Damien, Sophie y Lisa en Ohakune. Pero supongo que la diferencia de edad (son todos muy jóvenes), no ayuda.

Supongo que el problema es que Dan me dijo que sí justo antes de decidir irse de viaje, y luego ya no quiso cancelarme el viaje, lo cual es muy de agradecer. pPero claro, todo esto hace que me sienta un poco lost.

Quien mejor me recibe en la casa es el gato Reggie, que es un auténtico amor. Nada más verme, se tumba para que le acaricie. Le encanta que le cojan en brazos. Me hace acordarme mucho de mis gatas Yuna y Nala.

Aunque les insisto en que no me importa quedarme en la casa mientras ellos se van, me dicen que no, que ya nos apañaremos en la furgoneta, que uno tendrá que ir sentado en el suelo en la parte de atrás. Así que les pido darme una ducha rápida y nos vamos para allá. Al final son dos los que tienen que ir detrás, así que no era sólo yo el problema. 😉

Llegamos a casa de Daphne, que está en una de las montañas que rodean Christchuch, y las vistas de toda la ciudad desde su terraza son sencillamente espectaculares. 

Y de “casualidad” me siento en el lado de la mesa de los cuarentones, que me reciben con gran alegría con un “¡¡hombre, otro viajero de más de 40!!”. En un minuto ya me han hecho sentir parte del grupo. Comentan que, efectivamente, la mayoría de los viajeros suelen ser muy jóvenes (ventipocos… o ni eso), a una edad a la que es fácil viajar, y que alegra ver que también hay viajeros de cierta edad que deciden dejarlo todo y lanzarse a la aventura. Hago especialmente buenas migas con Ben, que está a mi izquierda, un alemán que ha estado viajando intermitentemente por 5 años con su mujer. Nada más verle me doy cuenta de que tiene un nivel muy alto de consciencia, pero sin perder de vista a los demás (como suele pasar en muchos casos). Es una persona alegre, abierta y muy cercana. Me aplaude y se alegra como si fuéramos amigos de toda la vida cuando le digo que me he apuntado a un retiro de Vipassana. Hablo también con Penny, que está a mi derecha, una inglesa casada con un kiwi que es una de las fundadoras del proyecto ooooby, que hacen de intermediarios entre los productores locales y los compradores, preparando y distribuyendo Veggie Boxes.

Dan ha venido también, pero no hemos tenido ocasión más que de saludarnos. Pero finalmente dice que se va, que mañana vuela a Bali muy temprano, y me pide que le acompañe. Así que me despido de todos y me voy con él. Por fin podemos charlar con calma. Me dice que siente todo el lío, pero se le han juntado líos personales, el tener a sus hijos estos días y el improvisado viaje a Bali de mañana para hacer surf como desconexión.

Me dice que tiene tres frentes en los que puedo ayudar: 

1) Antidote, que está bastante bien atendido por los otros woofers, pero que siempre hay cosas que hacer.

2) Laptob Battery: Su empresa de venta de portátiles que le lleva Sai, un indio que vive con su mujer en la otra casa que tiene Dan, y que está situada precisamente en el garaje de esa casa. Como sabe que he trabajado en estos temas, me dice puedo echarles una mano con eso.

3) Bon, la madre de Dan, que se está construyendo una pequeña casa en su jardín y además tiene un pequeño huerto y donde seguro que puedo echar una mano.

De hecho vamos primero a casa de su madre para recoger su tabla de surf, y así la conozco (a su madre, no a la tabla). Es una mujer encantadora y nos tiramos como una hora hablando de política, sociedad, terrorismo, economía… Es muy inteligente y artista (hace esculturas) y se muestra muy interesada en mi visión de las cosas desde Europa. Las dos copas de vino que me tomé en casa de Daphne y el vodka con hielo que me tomo con ella, hace que mi inglés fluya como nunca.

Me ofrezco en ayudarla en lo que necesite y quedamos en que me avisará. Marcho con Dan para la casa de los Woofers a recoger mis cosas y de allí vamos a la casa del matrimonio indio donde finalmente voy a quedarme, ya que no hay espacio en la otra, y como voy a ayudar a Sai en su empresa, pues me pilla mejor.

Cuando llego, Sai y su mujer ya duermen, así que no les llego a conocer. Dan me enseña mi cuarto…

…me da la clave de la WiFi y nos despedimos hasta que vuelva. Sigo sintiéndome un poco perdido, pero al menos tengo un sitio donde dormir, aunque va a ser raro mañana cuando me despierte y me encuentre con Sai y su mujer, que no me conocen de nada, pero que, al menos, están avisados de que estoy aquí… eso espero.

En fin, ha sido un día largo y especialmente raro. Como siempre, los cambios de lugar implican un proceso de adaptación que unas veces es más fácil que otras. Pero al menos tengo donde dormir, aunque casi no he comido en todo el día y sigo sin tener muy claro cómo va el tema de la comida aquí.

Mañana veremos…

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