Nueva Zelanda (Whangeteau) – De médico en médico

by | 3 May 2016 | 0 comments

3 mayo 2016

138 días viajando…
4 días en Whangateau…

Nat se ha levantado igual. Al menos no ha empeorado. 

Hoy es día de colegio para los chicos. Kupe se ha hecho su desayuno favorito y me ha hecho uno a mí. Un bol de avena con yogur, miel y pera. De las 4 cosas que tiene, hay 3 que intento evitar. La avena (por el gluten), el yogur (intento evitar lácteos) y la miel (en solidaridad con las abejas). Pero por no hacerle un feo, me lo como. Pero la verdad es que prefiero hacerme yo los desayunos. 

Nat me dice que ha pensado que es mucho lío ir a Auckland hoy, y que mejor vamos a una clínica de Warkworth, que está más cerca. Yo aún estaba pendiente de que el seguro me asignara una clínica en Auckland, pero no pasa nada, lo de Nat es más urgente e importante. Luego ya veré cómo hago. 

A las 8 los niños se van a pillar el bus del colé y yo ayudo a Nat a llegar al coche. Conduzco yo, claro. Porque, aunque es automático, el pie malo de Nat es el derecho. 

Con el coche me entiendo bien. Y ya me he acostumbrado a conducir por estos lares. En nada llegamos a la clínica. 

Al rato la meten para dentro y yo me voy a dar una vuelta. Entro en un súper para buscar chocolate (no hay del que me gusta), cacao (no hay del puro) y crema de coco (eso sí).

Cuando vuelvo, me llaman del seguro. Me han asignado la clínica White Cross, en Ponsonby, en el centro de Auckland. No necesito cita, puedo ir cuando quiera. Mejor así. 

Sale Nat. Le han hecho una cura pero le dicen que la cosa está fea y que tiene que ir al hospital, en Auckland. Así que para allá vamos. Es una hora de coche hasta allí. 

Al hospital que vamos es el North Shore Hospital, que, como su nombre indica, está al norte de Auckland. 

La acompaño a urgencias. Ella me dice que coja su coche y vaya a mi cita médica sin problema, y que me quede por ahí disfrutando de Auckland hasta que termine y vaya a buscarla. 

Me parece un detallazo que confíe en mí hasta el punto de dejarme su coche. Le doy las gracias, me pongo Google Maps y para allá que vamos. Voy un poco acojonado, porque me estoy metiendo sólo, con un coche grande (que no es mío) al que no estoy acostumbrado, en una ciudad grande que no conozco. Pero… ¿quién dijo miedo? Lo único es que voy con un cuidado extremo. 

Google maps es maravilloso. 

En 20 minutos llego a Posomby Rd. y aparco en una perpendicular. 

Y ahí está la clínica. La White Cross de Ponsonby.

Saco esta foto justo antes de fijarme en el cartel del mostrador prohibiendo muy expresamente hacer fotos. Ups. 

Cuando pregunto por la WiFi casi se ríen. Me estoy dando cuenta que los de Seguros Ocaso me están llevando siempre a clínicas baratitas. Pero supongo que es normal. Yo creo que a estas alturas ya se han gastado en mi más de lo que yo pagué por el seguro. 

Me hacen esperar 1.000 años hasta que me llevan a triaje, donde una enfermera me mira el dedo y me dice que Ok, que espere en la sala para que me vea el médico. Otros 1.000 años. Por fin me toca (parece que sólo hay un médico). El doctor tiene una actitud de “qué poco me apetece estar haciendo esto” y un terrible acento kiwi. Me cuesta un mundo entenderle. Le pido que, por favor, me hable más despacio, que mi inglés no es aún muy bueno. Pone cara de “ya estamos” y tampoco se esfuerza demasiado. Me manda a hacerme radiografía al lado. Me lo dice casi por señas. Ay, Dios…

Si la clínica me parecía cutre, la clínica de radiología (está aparte) da miedito. Ni siquiera cierran la puerta cuando hacen las radiografías. Al menos no tengo que esperar demasiado. Una vez hecha, vuelta a la clínica, vuelta a esperar y vuelta a hablar con Dr. NoTeEntiendoUnaMierda… Al final parece que tengo una pequeñísima fractura, pero que lo deje estar y que ya se curará. Le digo si no sería bueno, al menos, sujetármelo con esparadrapo al de al lado para que no se mueva. Y me dice “ah, pues sí”. Ay, Dios…

Me deja con la enfermera para que me lo haga (…lo del esparadrapo) y se va a por su siguiente víctima. 

Al salir, veo que no me han dado nada, así que le pido a la recepcionista el informe de la visita. Me mira raro, pero al final me lo da. Lo gracioso es que cuando lo miro, una vez fuera, me doy cuenta de que es el informe de lo que ha hecho la enfermera y no de lo que tengo. 

En fin, me rindo. 

Salgo de la clínica 3 horas (!!) después de haber llegado. 

Busco un sitio para comer algo y con WiFi. Y justo en frente de la clínica, algo me arrastra en una dirección…

…y me lleva al Fred’s, un encantador café atendido por gente maravillosa. ¡Y con WiFi!

Contacto con Nat para saber cómo va. Le han dicho que se tiene que quedar a pasar noche. Que le tienen que abrir el pie para limpiarlo y darle antibióticos intravenosos. Le digo que no se preocupe, que yo me ocupo de los chicos y de todo. Ella me dice que no me preocupe yo, que su madre va para su casa para hacerse cargo. Ufff… mucho mejor. 😉

Me dice que tengo coche y tiempo… que disfrute de Auckland! Más maja imposible. 

Así que me pido un café y un bagel de champiñones. 

No es un sitio muy barato, pero está genial, y el detalle del pedazo de chocolate negro… saben hacerse querer. 

Después me doy una vuelta por Ponsonby Rd. Es un barrio tranquilo, comercial y con mucho encanto. Se nota que es la zona más artística. 

Me vuelvo antes se que anochezca, que me espera una hora de coche y prefiero no hacerla de noche en un sitio que no controlo con un coche que no es mío. 

Cuando llego a casa de Nat, conozco a su madre, una mujer encantadora con un punto victoriano, a pesar de ser kiwi. De hecho la entiendo bastante bien. 

Me reconoce que no sabe cocinar cosas vegetarianas, que ha vivido siempre en granjas y que está acostumbrada a cocinar carne. De hecho la cena de los chicos va a ser sándwich de bacón con huevo. Le digo que no hay problema, que estoy acostumbrado a cocinarme yo. Me hago un apaño con las lentejas que sobraron, los garbanzos que dejó cocidos y un huevo. 

La abuela ha venido con su perrita Bess, que es un amor. Enseguida me coge confianza. 

A la abu le encanta tocar el piano y acabamos tocando los tres. 

Es curioso lo que pasa con Kupe y Gala y lo he visto en más niños. Pueden ser los más tranquilos del mundo (que no lo son), pero cuando llega la hora de acostarse, es como si se hubiesen bebido un litro de café. Gracias a Dios que ha venido la abu. 

Una de las cosas que hablé con Nat la otra noche fue de Peace Farm funcionando como comunidad de tres familias. Nat se mostró muy interesada, porque dice que lleva mucho tiempo pensando en la idea de montar una comunidad. Curiosamente yo también le he dado muchas vueltas a esa idea, así que empezamos a teorizar. 

Como ya he dicho varias veces, para mi el ideal sería una comunidad con cuántas menos reglas mejor, pero eso es algo realmente difícil. Para eso tiene que basarse completamente en el amor, la tolerancia y la buena voluntad. Y para eso creo que no es posible que sea una comunidad abierta. Habría que ser muy selectivos con quienes formarán parte de ella. Y eso no supone ser clasista o elitista. Es que, como muy bien dice Nat, hacen falta muchas personas para crear una comunidad, pero basta una para destruirla. 

En los últimos años me ha tocado lidiar con varias personas con Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) o personas borderline. Cuando se conocen sus características son fácilmente reconocibles. Suelen ser personas muy encantadoras, el típico centro de atención de una fiesta, muy cultas e inteligentes, con tendencia al liderazgo pero que pueden llevar de forma despótica. Cuando las tratas más de cerca, descubres que son caóticas e impredecibles y en las relaciones pueden llegar a destrozar psicólogicamente a sus parejas. Ya lo dije en Twitter hace casi un año.

Y es que son personas terriblemente tóxicas.

Tengo muchos amigos que he ido conociendo por diferentes ámbitos. Pero cuando hago que se conozcan entre ellos, siempre me dicen lo mismo: “tus amigos son gente maravillosa”. Y sí que lo son. Precisamente porque evito a la gente tóxica. Con amor, pero lejitos. 

Asi que al igual que seleccionamos a nuestros amigos y evitamos a la gente tóxica, haría lo mismo con una comunidad. Buscar la manera de que hubiera un filtro (que no fuera mi criterio. El ideal es que no haya “jefe”) que garantizara que toda la gente de la comunidad va en la misma dirección y con objetivos y motivaciones muy similares. 

Ya lo dije en otro tuit de hace un año.

Amor y libertad. 

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